"CUERPO Y ALMA"

domingo, 31 de enero de 2010


Hola viajero interior, te saludo desde mi ser íntimo. Quiero decirte algunas cosas en medio de tu viaje, cosas agradables y otras no tanto, pero por sobre todo no quiero que sientas que te hablo desde una posición elevada desde donde observo moverse a las personas a través de su existir, y opino qué está bien y que está mal. Yo como tú, transito mi evolución. En qué punto estoy yo respecto a ti, no es bueno que lo sepas, porque generalmente tu ego tenderá a comparar, y déjame decirte algo: aquel que está en lo más bajo de la escala puede llegarte a enseñar tanto o más que aquel que ya se ha convertido en maestro. Yo no vine con la misión de enseñar en esta vida, sino de aprender. Hay muchas cosas que aún debo trascender, y otros que, más por la Gracia Divina que por mérito de esta encarnación que soy, han logrado superarse. Yo quiero darte mi alimento, si es posible contarte las pocas cosas que me ayudaron y me ayudan a seguir pase lo que pase. Si leíste bien la página principal, habrás visto que hace bastante soy guiado por un maestro espiritual que no me permite revelar su identidad, pues cumple con el mandato de no ser reconocido en esta encarnación que cumple. Por eso nos enseña a sólo muy pocos. Muchos se han acercado y muchos se han ido. Han tomado lo que necesitaban un tiempo y luego partieron como debe ser. Mi corazón está con cada uno de mis compañeros de sendero. Pero te hablo a ti, que quizá no cuentas con la dicha de tener a alguien que te guíe, y que aún así buscas sinceramente la Verdad por sobre todas las cosas. A ti que vives en occidente, y que quieres todo ya, y no sabes cómo, y que siempre me preguntarás: "cómo se logra esto de que me hablas?". A ti te daré estas pistas, y como dijo mi amado Señor Ieoshúa de Nazareth: "Si tienes oídos para oír, oye" : No importa cuántos libros leas, cuántas prácticas, mamtrams, rosarios, oraciones, penitencias, posturas y ejercicios yóguicos realices. Lo que más rápidamente te transporta hacia La Verdad es la compañía de auténticos hombres santos que viven para Dios. Si ya has encontrado a un ser así, no trates de entenderlo: acepta lo que te dice, pues la comprensión vendrá luego por añadidura. Nunca creas que ya has llegado a un sitio seguro de tu evolución, y te veas por encima de tus hermanos que deambulan en la obscuridad. Recuerda que todo lo bueno que tienes se te ha dado por el Supremo Amor, y te puede ser quitado sin aviso, para que te vuelvas más humilde y reflexivo. No culpes a Dios por tus miserias y dolores, ni cuestiones su existencia por ser infeliz. Pídele desde el corazón que te ayude a encontrarte. No es importante que recites fórmulas u oraciones pre-hechas. Mas bien háblale como lo que eres: su hijo. No trates de averiguar mediante adivinos o futurólogos como será el mañana. Constrúyelo tu mismo confiando más en las virtudes con que "viniste de fábrica" por sobre los defectos que se te pegaron por ignorancia o necedad. No pidas tener más belleza, o ser más amado, o reconocido, o tener casa y dinero seguros. Tampoco pidas que se realice tu amor imposible. Pide más bien porque el Amor brote en ti y la Luz irradie tu ser, porque tu mente se vuelva la sierva de tu espíritu, y que nazcas a la libertad y la conciencia. Cuando la tribulación te haga zozobrar, reflexiona profundamente, y pregúntate con sinceridad: ¿ he hecho algo que me haya provocado estos males? ¿he descuidado mi existir en alguna forma para que me sobrevenga este dolor?. Si aún luego de tus respuestas crees haber hecho todo lo correcto, y aún así la vida te golpea, ten por seguro que no es un castigo lo que te sucede: hay algo que no has comprendido y debes lograrlo a veces por el sendero más duro. Observa: la hormiga que quiere comer la rosa, debe atravesar primero un tallo lleno de espinas. Cuando tropieces no te digas: no sirvo para nada, me lo merezco, soy un inútil. Aquel que se cree el peor es tan egótico como quien cree ser el mejor. No trates de ser el mejor de los hombres, pero sí esfuérzate en ser un buen hombre. Hay pocas personas malvadas en este mundo. Las que lo parecen son en general enfermos o necios. Aléjate de aquel que te lleva a la ruina. Tus compañías son lo más importante en el despegue hacia el mundo espiritual. Busca lo permanente en ti. Desecha lo transitorio. Lo que te da placer por un momento puede ser la causa de tu ruina de esta vida. Lo que te hace estar en reposo es un portal abierto hacia la paz verdadera. Recuerda: Dios no castiga, no ofende, no juzga, no lastima, no critica, no se venga. Dios Ama. Busca a Dios como se te ocurra: en la iglesia o los templos, en las figuras sagradas, en los santos, en la oración, en la música, en el silencio, en las personas, en el desierto, en el cielo o en la Tierra, pero jamás, ni por un sólo instante, dejes de buscarlo. No te engañes creyendo que las cosas son como tu mente te las muestra. La mente es el más hábil de los ladrones, y es capaz de robarte la paz. Pero recuerda: si haces que la habilidad del ladrón con sus manos sea transformada en tu favor, puedes llegar a contar con el genio más calificado. La mente es tu instrumento, sé inteligente. Hablando de inteligencia: no creas que es inteligente aquel que sabe muchas cosas o que planea cosas que luego se le cumplen. Ese es astuto. inteligente es aquel que se vuelve cada día más sencillo, que evita todo mal y ama sin esperar cosas a cambio. Tal ha convertido su mente en las manos del alma. Si tu enemigo te ofende, reza por él, pero no para que sea castigado, sino para que deje penetrar un poco de luz en su obscurecido corazón, y que abandone su posición de enemigo. Mas sé cauto, mientras él sienta que te odia, no te acerques, pues no eres Jesús. Reza con amor por él desde el silencio. Si te quejas mucho, pregúntate: ¿qué he hecho para estar bien hoy? ¿cuánto tiempo dedico del día para descubrir quién soy y para saber por qué estoy aquí? El mayor flagelo de esta era del mundo se llama engaño. Todo lo que esconde a la Verdad de tu conciencia es engaño. Todo lo que te aleja de tu padre es engaño, sea lo que sea. No seas necio juzgando equivocado a tu hermano que cree en Dios de otra forma: ruega porque al final del camino tú y él hayan encontrado La Verdad única. Has escuchado la palabra "karma". Cuando realizas una acción ( e inevitablemente siempre estás realizando una, porque hasta hacer nada es hacer) busca realizar la acción correcta. Si haces malas acciones, no sólo tú te acarreas obscuridad para tu vida, sino para quienes te rodean y las generaciones siguientes. Cuando no eres prudente, traes karmas negativos que te afectarán toda tu vida. Encomiéndate a Dios, y procura realizar la voluntad suprema, que está libre de apegos y deseos que nublen tu buen juicio. Por último, un ejercicio: cada amanecer y cada atardecer refúgiate en tu cuarto, y en soledad párate con tu cabeza gacha y el cuerpo relajado, hacia cada punto cardinal empezando por el Este, y recita con tu corazón lo siguiente: "Que todos los seres sean dichosos, que todos los seres sean en Dios, que todos los seres sean en Paz". Hazlo cada día, pues la piedad que despierta en tu conciencia, te inundará del puro amor de los grandes santos de todos los tiempos. SIEMPRE RECUERDA ESTAS PALABRAS: NO ESTÁS SOLO, NUNCA LO ESTUVISTE NI LO ESTARÁS. QUE NO VEAS A TU PADRE NO SIGNIFICA SOLEDAD. EL ESPERA POR TU MOMENTO PARA REVELARSE. SI DEJAS DE CAMINAR HACIA ÉL, MUERES. POR CADA PASO QUE DES HACIA ÉL, ÉL DARÁ DIEZ HACIA TÍ. TE LO PROMETO.

"EL ARTE DE VIVIR:MEDITACION VIPASSANA"

El Arte de Vivir: Meditación Vipassana


Todos buscamos la paz y la armonía, porque carecemos de ellas. De vez en cuando todos experimentamos agitación, irritación, falta de armonía, sufrimiento; y cuando padecemos la agitación, no guardamos esta miseria limitada en nosotros, sino que continuamente la distribuimos a los demás. Una persona desdichada impregna el ambiente que le rodea de agitación, y quienes estén cerca de ella también se alteran, se irritan. Ciertamente, ésta no es la manera adecuada de vivir.

Tenemos que vivir en paz con nosotros mismos y en paz con los demás porque, en definitiva, los seres humanos somos seres sociales que vivimos dentro de una sociedad interrelacionada. ¿Pero como vivir en la paz y armonía internas, y mantenerlas para que los demás puedan también vivir en paz y armonía?

Para poder librarnos de nuestra agitación, tenemos que conocer la razón básica de la misma, la causa del sufrimiento. Al investigar este problema, nos damos cuenta que nos sentimos agitados en cuanto generamos negatividades o contaminaciones en la mente. La negatividad, la contaminación o la impureza mental, no pueden coexistir con la paz y la armonía.

¿Cómo empezamos a generar negatividades? También ahora nos damos cuenta, al investigar, de que nos sentimos desdichados cuando estamos con alguien que se comporta de una manera que no nos gusta o cuando sucede algo que nos desagrada. Cuando ocurre algo que no deseamos, surge tensión en nuestro interior y también surge cuando no ocurre o existen obstáculos para que se cumpla algo que deseamos, y con todo ello empezamos a atar nudos en nuestro interior. Y como durante toda la vida van a suceder cosas que no queremos y las queridas puede que sucedan o puede que no sucedan, no cesamos en este proceso de reacción de atar nudos – nudos gordianos – que hacen que toda la estructura física y mental esté en tensión, llena de negatividades, convirtiendo nuestra vida en continua desdicha.

Una manera de resolver este problema sería arreglárnoslas para que en nuestra vida no ocurra nada no deseado, para que todo sea tal como deseamos. Para lograrlo deberíamos desarrollar en nosotros mismos el poder o bien conseguir que venga en nuestra ayuda alguien que lo tenga, para que las cosas no deseadas no sucedan y solo sucedan las cosas deseadas. Pero eso es imposible. No existe nadie en el mundo que pueda satisfacer todos sus deseos, en cuya vida todo transcurra como quiere, sin que pase algo no deseado. Constantemente ocurren cosas que van en contra de nuestros deseos y querencias, de ahí la pregunta oportuna: ¿Cómo podemos dejar de reaccionar ciegamente cuando debamos enfrentarnos a situaciones que no nos gustan? ¿Cómo podemos dejar de generar tensión y permanecer llenos de paz y de armonía?

Tanto en la India como en otros países hubo personas santas y sabias que estudiaron este problema – el problema del sufrimiento humano -, y encontraron una solución: cuando ocurre algo no deseado y empezamos a reaccionar con ira, miedo o cualquier negatividad, hay que dirigir lo antes posible la atención a cualquier otra cosa, por ejemplo te levantas, coges un vaso de agua y empiezas a beber; de esta manera la ira no solo no se multiplicará sino que empezara a disminuir: O empiezas a contar: uno, dos, tres, cuatro… O repites una palabra, o una frase, o un mantra, o quizá el nombre de una persona santa hacia la que sientas devoción. Así desviamos la mente y hasta cierto punto nos liberamos de la negatividad, de la ira.

Esta solución era útil, funcionaba y aun funciona; practicándola, la mente se siente libre de agitación. No obstante solo funciona en el nivel de la mente consciente porque lo que de hecho hacemos al desviar la atención es empujar la negatividad a lo mas profundo del inconsciente donde sigues generándola y multiplicándola. Hay paz y armonía en la superficie, pero en las profundidades de la mente hay un volcán dormido de negatividad reprimida que antes o después entrará en erupción con una gran explosión.

Hubo otros exploradores de la verdad interna que llegaron algo más allá en su búsqueda, y que tras experimentar en su interior la realidad de la mente y de la materia se dieron cuenta de que desviar la atención es solo huir del problema. Escapar no es una solución, hay que enfrentarse al problema; cuando surja una negatividad en la mente, obsérvala, hazle frente y tan pronto como empieces a observar la contaminación mental, empezará a perder fuerza y poco a poco se irá marchitando y podrá ser arrancada de raíz.

Es una buena solución que evita los dos extremos: represión y dar rienda suelta. Enterrar la negatividad en el inconsciente no la erradicará y permitirle manifestarse con un acto físico o verbal dañino solo creará más problemas. Pero si te limitas a observarla, la contaminación desaparece y habrás erradicado esa negatividad, estarás libre de esa contaminación.

Esto suena muy bien, pero ¿es practicable en la realidad? ¿Resulta fácil para una persona corriente enfrentarse a las contaminaciones? Cuando surge la ira, nos coge tan de sorpresa que ni siquiera nos damos cuenta de ello. Arrastrados por la ira cometemos actos físicos o mentales que nos dañan a nosotros y a los demás. Poco después, al desaparecer la ira, empezamos a llorar y a arrepentirnos, pidiendo perdón a los demás o pidiendo perdón a Dios: “Oh, he hecho un error, perdóname”. Pero la próxima vez que nos encontremos en una situación semejante volveremos a reaccionar igual. Este arrepentimiento no nos habrá servido para nada.

La dificultad estriba en que no somos conscientes del momento en el que comienza esta contaminación. Empieza en las profundidades de la mente inconsciente y cuando llega al consciente ha tomado tal fuerza que nos arrastra y no podemos observarla.

Supongamos por un momento que empleo un secretario privado para que me avise cuando surja la ira diciéndome: “Mire, va a aparecer la ira”. Pero como no sé cuando va a surgir la ira tengo que emplear tres secretarios haciendo tres turnos que cubran las veinticuatro horas del día. Supongamos que puedo mantener ese gasto y aparece la ira. Inmediatamente mi secretario diría: “Mire, la ira ha comenzado”. Lo primero que haría sería darle una mala contestación: “¿ Eres tonto, crees que te pago para que me lleves la contraria?”. La ira me arrastraría de tal forma que un buen consejo no podría ayudarme.

Supongamos que prevalezca la sabiduría y que no le regaño sino que le digo: “Muchas gracias, ahora debo sentarme y observar mi ira”. Pero, ¿acaso es eso posible? Nada más cerrar los ojos para observar la ira, y el objeto de mi ira, ya sea una persona o un incidente, surge de inmediato en mi mente y ya no observo la propia ira sino meramente el estímulo externo de aquella emoción, lo cual, sólo conducirá a la multiplicación de la ira y por tanto, no es una solución. Es muy difícil observar una negatividad abstracta, una emoción abstracta divorciada del objeto exterior que la originó.

Sin embargo, hubo alguien que habiendo llegado a la verdad última encontró una solución auténtica. Descubrió que al surgir una contaminación en la mente ocurren dos cosas simultáneamente al nivel físico: la respiración pierde su ritmo normal, – es fácil observar que respiramos más fuerte cuando surge una negatividad – y en niveles más sutiles se inicia en el cuerpo una reacción bioquímica que da lugar a una sensación. Todas las contaminaciones generan algún tipo de sensación en el cuerpo.

Esto nos ofrece una solución practica: una persona corriente no puede observar las contaminaciones abstractas: miedo, ira o pasión, pero con un adiestramiento adecuado y practicando es fácil observar la respiración y las sensaciones del cuerpo, y ambas están relacionas directamente con las contaminaciones mentales.

La respiración y las sensaciones ayudan de dos formas: primero se comportaran como secretarios privados y en cuanto surja una impureza la respiración dejará de ser normal y empezara a gritarnos: “¡Algo va mal!”. Y como no podemos regañar a la respiración tenemos que aceptar el aviso. De igual forma también las sensaciones nos dirán que algo va mal. Tras habernos avisado podemos empezar a observar la respiración, a observar las sensaciones y nos daremos cuenta de que la impureza desaparece enseguida.

Este fenómeno físico – mental es como una moneda, en una cara están los pensamientos y las emociones que surgen en la mente y en la otra: la respiración y las sensaciones del cuerpo. Todos los pensamientos y emociones, todas las impurezas mentales que surgen se manifiestan en la respiración y en las sensaciones de ese momento. Por eso, al observar las sensaciones o la respiración estamos observando, de hecho, las contaminaciones mentales. En vez de huir del problema nos enfrentamos a la realidad tal y como es, las negatividades ya no nos arrastrarán como hicieron en el pasado y si perseveramos terminarán por desaparecer y permaneceremos felices y en paz.

De esta forma la técnica de la auto-observación nos muestra los dos aspectos de la realidad: el interno y el externo. Antes sólo mirábamos al exterior perdiendo la verdad interna; buscábamos en el exterior la causa de nuestra desgracia culpado siempre a algo o a alguien e intentábamos cambiar la realidad externa. Al ignorar la realidad interna, no comprendíamos que la causa del sufrimiento se encuentra en nuestro interior, en nuestras reacciones ciegas hacia las sensaciones agradables o desagradables.

Ahora, al adiestrarnos, podemos ver la otra cara de la moneda, podemos ser conscientes de nuestra respiración y también de lo que ocurre en nuestro interior. Sea lo que sea, respiración o sensación, aprendemos a observar sin desequilibrar la mente. Dejamos de reaccionar y de multiplicar nuestra desdicha y permitimos que las contaminaciones se manifiesten y desaparezcan.

Las negatividades se disuelven más deprisa cuanto más se practica esta técnica. Poco a poco la mente se libera de las contaminaciones y se hace pura. Una mente pura está siempre llena de amor, amor desinteresado hacia los demás, llena de compasión hacia el sufrimiento y las faltas ajenas, llena de alegría al ver los triunfos y la felicidad de otros, llena de ecuanimidad en cualquier situación.

Al llegar a este estado nuestra conducta habitual cambia, ya no es posible cometer actos físicos o verbales que puedan perturbar la paz y la felicidad ajenas. Una mente equilibrada esta llena de paz e impregna el ambiente que la rodea de paz y de armonía que también afectan a los demás ayudándoles.

Al aprender a mantenernos equilibrados haciendo frente a lo que experimentamos en nuestro interior, desarrollamos también el desapego hacia todo lo que nos deparen las situaciones externas. Pero este desapego no es escapismo o indiferencia hacia los problemas del mundo. Quienes practican Vipassana con regularidad se sensibilizan más a los sufrimientos de los demás, y hacen cuanto pueden para aliviar el sufrimiento en la forma que puedan, sin agitación, con la mente llena de amor, compasión y ecuanimidad. Aprenden la santa indiferencia, aprenden a entregarse por completo, a ocuparse totalmente de ayudar a los demás, manteniendo simultáneamente el equilibrio mental. Así permanecen llenos de paz y de felicidad mientras trabajan por la paz y la felicidad de los demás.

Esto es lo que el Buda enseñó: un arte de vivir. No fundó una religión, un “ismo”, ni enseñó ritos o rituales ni ninguna fórmula vacía a quienes se acercaban a él, sino que les enseñó a observar la naturaleza tal y como es, observando la realidad interna. Debido a nuestra ignorancia reaccionamos constantemente de manera que nos dañamos o dañamos a los demás, pero cuando surge la sabiduría, – la sabiduría de observar la realidad tal y como es -, desaparece el hábito de reaccionar y cuando dejamos de reaccionar a ciegas somos capaces de realizar actos verdaderos, actos que emanan de una mente equilibrada, de una mente que ve y comprende la verdad. Un acto así, sólo puede ser positivo, creativo, capaz de ayudarnos a nosotros y a lo demás.

Por eso es necesario “conocerse a sí mismo”, consejo que dan todos los sabios. Conocerse no sólo intelectualmente en el nivel de ideas y teorías, no sólo emocional o devocionalmente aceptando a ciegas lo que hemos visto u oído, tal conocimiento no es suficiente, mas bien debemos conocer la realidad a través de la experiencia. Debemos experimentar directamente la realidad de este fenómeno físico – mental, pues es lo único que nos ayudará a liberarnos de las contaminaciones, a liberarnos del sufrimiento.

Se llama meditación Vipassana a esta experiencia directa de nuestra realidad, a esta técnica de auto -observación. En el idioma que se utilizaba en la India en la época del Budapassana” significaba ver las cosas en la forma corriente, con los ojos abiertos; pero “vipassana” es observar las cosas tal y como son, no como parecen ser. Hay que penetrar a través de la verdad aparente hasta llegar a la verdad última de la estructura mental y física. Al experimentar esta verdad aprendemos a dejar de reaccionar ciegamente, a dejar de generar contaminaciones, y de forma natural las contaminaciones antiguas van erradicándose poco a poco. Así nos liberamos de la desdicha y experimentamos la felicidad auténtica.

En un Curso de meditación Vipassana. se dan tres pasos. El primer paso es abstenerse de cualquier acto físico o verbal que pueda perturbar la paz y la armonía de los demás. No podemos liberarnos de nuestras contaminaciones mentales si continuamos realizando actos de obra o de palabra que están multiplicando estas contaminaciones. Por eso el primer paso de esta práctica es un código moral. Nos comprometemos a no matar, no robar, no tener una conducta sexual inadecuada, no mentir y no tomar intoxicantes. Al abstenerse de estos actos permitimos a la mente que se serene lo suficiente como para poder continuar.

El segundo paso es aprender a controlar nuestra mente salvaje adiestrándola para que se concentre en un único objeto: la respiración. Intentamos mantener la atención en la respiración el mayor tiempo posible. Este no es un ejercicio de respiración porque no intentamos regularla, sino que la observamos tal y como es, de forma natural, tal y como entra, tal y como sale. De esta forma aumentamos la serenidad de la mente para que no se deje arrastrar por negatividades intensas y al mismo tiempo vamos concentrándola y haciéndola más afilada, más penetrante, más capaz de trabajar internamente.

Estos dos primeros pasos, vivir con moralidad y controlar la mente son muy necesarios y beneficiosos en sí mismos pero conducen a la represión a menos que demos un tercer paso que consiste en purificar la mente de las contaminaciones, desarrollando la visión cabal de nuestra propia naturaleza. Esto es Vipassana, la experimentación de nuestra propia realidad, observando en nosotros mismos de forma sistemática y desapasionada este fenómeno de mente y materia en constante cambio que se manifiesta en sensaciones. Esta es la culminación de la enseñanza del Buda: la auto – purificación a través de la auto – observación, algo que puede ser practicado por todos y cada uno de nosotros. Todos nos enfrentamos al problema del sufrimiento, es una enfermedad universal que requiere un remedio universal, no un remedio sectario. Cuando sentimos ira no es una ira budista, una ira hinduista, o una ira cristiana. La ira es ira. Cuando a resultas de esta ira nos sentimos agitados, la agitación no es una agitación cristiana, judía o musulmana. La enfermedad es universal y el remedio debe ser universal.

La Vipassana es este remedio. Nadie puede objetar a un código de vida que respeta la paz y la armonía de los demás. Nadie puede objetar el desarrollo del control sobre la mente. Nadie puede objetar al desarrollo de la visión cabal de nuestra propia naturaleza para posibilitar la liberación de la mente de sus negatividades. La Vipassana es un sendero universal.

Observar la realidad tal y como es, observando la verdad interior, uno se conoce a sí mismo directamente a través de la experiencia. Con la práctica nos liberamos de la desdicha que acarrean las contaminaciones. Partiendo de la verdad externa, burda y aparente, penetramos en la verdad última de la mente y la materia. Esto también terminan por trascenderse y se experimenta una verdad que esta más allá de la mente y la materia; más allá del tiempo y del espacio, más allá del campo condicional de la relatividad: la verdad de la liberación total de todas las contaminaciones, de todas las impurezas, de todo el sufrimiento. No importa el nombre que se de a esta verdad última, es la meta final de todos nosotros.

¡Ojalá que experimentes esta verdad última! ¡Ojalá que todos se liberen de las contaminaciones y de la desdicha! ¡Ojalá que todos gocen de una paz autentica, una paz real, una armonía real!

PUEDAN TODOS LOS SERES SER FELICES

El texto esta basado en una charla dada por el señor. S. N. Goenka in Berna, Suiza.

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